El 28 de febrero de 2020 presentamos junto a Añeja el libro La Hermandad de la Bandera Negra: edición paranoica-crítica de El Tesoro de los Piratas de Guayacán de Ricardo Latcham. Piratería & Brujería Transtemporal. Tal vez un título demasiado largo para un libro.

El evento de presentación fue difundido a través de afiches y volantes impresos e invitaciones de boca en boca.

Mientras Añeja leía su presentación y yo tocaba el trompe, los participantes del evento dibujaban un cadáver exquisito, con una pluma y tinta de palqui que habíamos preparado el día anterior con Añeja. El dibujo emanado del “inconsciente” colectivo de los participantes resultó bastante similar en su estilo a algunos de los mapas piratas impresos en el libro.

Cadaver exquisito dibujado por los participantes de la presentación del libro en Quilpué.

Es del todo posible que este “nuevo mapa”, dibujado por los participantes en esta presentación, sea valioso para la (intr)acción directa que propone el libro.

Compartimos a continuación el texto de presentación de Añeja.

La Magia del Embudo

Este libro ‘’’comienza’’ con signos desconocidos, jeroglíficos que vaticinan que para su comprensión habrá que descifrar otro código. Como dicen por ahí las vueltas son las que dejan.

Parece paradoja, pero ocurre en paralelo: El Editor Siniestro se vale de los signos heredados para boicotear la inocencia de la palabra resaltando su mágico poder, y se da el gusto de hacerlo mediante una antigua historia de piratas: Resulta que un tipo considerado serio escribió acerca de un tesoro escondido en una bahía del norte de Chile por un grupo de piratas autoproclamados La Hermandad de la Bandera Negra. Como se supone que este tipo hablaba en serio, las repercusiones de su palabra sobrepasaron lo estrictamente literario, incitando nuevas búsquedas del tesoro y sirviendo de respaldo científico para aquellos que requieren tales referencias.

A través de esta evidencia, el autor diluye las dudas añejas que podría tener el lector respecto a las categorías separadas de realidad y ficción, y se  zarpa dejando la pregunta en el aire: ¿Qué fuerza opera en las palabras para movilizar de tal manera la vida?

A partir de este punto el autor mueve graciosamente su criminal mano izquierda, y, desatando  las cuerdas, nos adentra en una espiral teórica en donde la palabra, la magia y el tiempo están vertiginosamente entrelazados. Sobre la mesa el mago despliega los elementos que usará para esta alquimia: el fantasma de un pirata chilote fusilado, los recuerdos de infancia de la biblioteca del padre, la teoría cibernética, la guerra del tiempo lemuriana, el virus del lenguaje, lejanas transas en el canal transoceánico austral y otras vainas revolotean conformando esta porción particular de espacio-tiempo en formato papel. En este universo hay una cosa clara: La guerra mágica está en curso y el programa de control dominante establece su fuerza a través del control de la palabra. Su ficción niega la posibilidad de otras ficciones, estableciendo una sola verdad, un único dios y todo aquello que sobrepase los límites de este marco metafísico será atribuido al engaño y la ilusión. Contra este delirio psicópata se alza el escritor pirata, y enarbolando su lápiz hechizo declara: Las armas de fuego están sobrevaloradas, recupera las armas de ensueño. Como dijo un viejo filósofo: “El sueño es una terrible voluntad de potencia y cada una de nosotros es más o menos víctima del sueño de los demás. ¡No te dejes atrapar en el sueño ajeno!”

No me declararía tripulante de este barco si no creyera que esto es posible: si usted sospecha guiños en medio de un día cualquiera, si usted despierta del sueño con la certeza luminosa de que estuvo allí, si usted siente que vio algo que se supone no existe, siéntase cómoda en esta comida fuera del tiempo.

Sacarse la programada noción del tiempo como un cuerito de cola fría del cuerpo, dejar que aparezca el instante. Si el tiempo se autoregenera, si se mantiene vivo renovando el instante presente, aceche su participación en ese instante. Recuperar la presencia en el tiempo es también recuperar la vida, es un acto de resistencia en donde el reparto de lo sagrado y lo profano vuelve a ti.

La Hermandad de la Bandera Negra pareciera operar a la manera de los agujeros negros: la materia que en ella habita es tan densa que conforma su propio campo gravitacional hundiéndose sobre sí, convirtiéndose en aquello que proclama: las ficciones que se hacen reales a sí mismas. Salgo de este libro con una especie de resaca mágica: si la magia juega con los signos para cambiar la realidad, los signos que habitan este libro están surtiendo efecto en mí. Pienso en ese niño que sacaba los libros en una biblioteca del fin del mundo y los volvía a ordenar por colores, por texturas, por tamaños, una y otra vez, siempre distintos, una y otra vez. Pienso en ese niño revolviendo el librero, haciendo magia como sin querer queriendo. Como dicen por ahí, “las vueltas son las que dejan”.

Añeja


Esta publicación fue financiada por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura 2019.

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